Para el gobierno de Donald Trump, Colombia sigue siendo un aliado clave en el hemisferio. Pero acciones y declaraciones del alto gobierno colombiano, empezando por las del presidente Gustavo Petro, están generando por primera vez en décadas en Washington una preocupación que está creciendo y que puede tener consecuencias en la relación binacional.
Ese es el mensaje que envía, sin rodeos, John McNamara, jefe de la misión diplomática de los Estados Unidos en el país. McNamara, que antes de ser diplomático también estuvo como militar de su país en zonas de orden público como Arauca y las selvas del suroriente, deja claro que Washington no está cómodo con las decisiones del gobierno Petro de frenar las extradiciones de capos en medio de la ‘paz total’. Advierte que Washington respeta lo que defina Colombia sobre la polémica ley de sometimiento de bandas que acaba de presentar el Ejecutivo, pero está atento a cómo y quiénes toman esas decisiones.
Señor McNamara, ¿cómo evalúa la decisión de la comisión de asignaciones de la Cámara de Representantes que podría reducir la asistencia de EE. UU. a Colombia y las más recientes declaraciones de miembros del Gobierno colombiano sobre el consumo de drogas en su país?
John McNamara es Encargado de Negocios de la Embajada de los Estados Unidos en Bogotá. Foto:MAURICIO MORENO
Nos abstenemos de comentar sobre propuestas legislativas que aún no han sido definidas por el Congreso de los Estados Unidos. Sin embargo, consideramos muy preocupante y desalentadora la retórica pública de algunos miembros del Gobierno de Colombia. La relación bilateral es como un avión, y nos encontramos en un momento de turbulencia. Nuestros dos gobiernos, como copilotos, deben trabajar juntos para encontrar cielos despejados y condiciones más favorables para el beneficio de nuestras dos naciones.
A propósito, hace un par de semanas usted regresó al país después de una situación tensa entre los dos gobiernos y dijo que la administración del presidente Trump mantenía preocupaciones por declaraciones de altos funcionarios de Colombia. ¿Cómo van esas preocupaciones?
Más que preocupaciones, me gustaría compartir nuestro punto de vista sobre la relación bilateral. Para mí es un honor servir como representante de los EE. UU. en Colombia. Este ha sido un país muy especial para mí y es muy cercano a mi corazón. He tenido el privilegio de servir en Colombia tanto en uniforme durante el conflicto como en distintas funciones diplomáticas, a lo largo de muchos años. He sido testigo directo del coraje y la valentía del pueblo colombiano: fui hace una semana a la avenida Boyacá para al desfile militar del 20 de julio y me llamó poderosamente la atención que cuando pasaban los soldados y los policías heridos en combate, todas las personas que estaban cerca, incluido yo, nos acercamos para aplaudirlos y decirles gracias. Ellos son un ejemplo del sacrificio del pueblo luchando para defender la democracia, que es parte integral de Colombia. La relación integral entre los Estados Unidos y Colombia es duradera y sólida, con una trayectoria de más de 200 años. Nuestras instituciones mantienen vínculos fuertes que trascienden administraciones políticas de ambos países, las cosas que vienen y se van en la vida política de un país. Fundamentalmente, la relación es fuerte y duradera y una en la cual tenemos un gran compromiso como pueblo americano. Pero hay que hacer notar que estamos viendo una tendencia a veces negativa que pone en riesgo la histórica, estrecha y mutuamente beneficiosa relación. En efecto, regresé después de ser llamado a consultas por el secretario de Estado Rubio y es claro que la retórica y las acciones poco constructivas de los niveles más altos del gobierno colombiano siguen siendo una preocupación creciente. Pero mi equipo de la Embajada y yo buscamos discutir esos asuntos con el Gobierno colombiano y transmitir los pasos concretos que la administración Trump ha delineado para encauzar nuevamente nuestra relación. Creo que para cualquier problema siempre hay una solución y esa es nuestra actitud en todo lo que hacemos con el Gobierno y el pueblo colombiano. Pero como sabemos ustedes, que han estado en Cali, y yo, siendo salsero y sincero, no se puede bailar solo. Contamos con la colaboración de nuestros socios acá en Colombia, del gobierno Petro, para pasar por este momento de altas y bajas. Esperamos superarlo y seguir siendo socios muy cercanos, con valores democráticos compartidos y, como dicen en Colombia, como los parceros que siempre hemos sido. Queremos continuar hombro a hombro con el digno pueblo colombiano y con los gobiernos de cualquier época, que son elegidos y representan a este gran país.
Hay momentos que ponen a prueba esa relación histórica, como la certificación de la lucha antidrogas. ¿Cuál es su perspectiva de lo que puede pasar, dados los éxitos de Colombia en materia de incautación, que contrastan con los máximos históricos de los cultivos de coca y de la producción potencial de cocaína?
John McNamara fue llamado a consultas hace unas semanas por el secretario de Estado, Marco Rubio. Foto:MAURICIO MORENO
Hay que recordar la alianza contra ese enemigo común que es el narcotráfico, en la cual hemos trabajado y nos hemos sacrificado por décadas juntos por el bienestar del pueblo colombiano y del pueblo nuestro. Donde hay narcotráfico hay corrupción, hay violencia y hay daño ecológico. Tenemos mucho en común con este gobierno, y con gobiernos anteriores, porque ese veneno está haciendo daño a los jóvenes de ambos países y creando grandes desafíos en el orden público. Con esa base, ese asunto de la certificación tiene mucho que ver con la colaboración bilateral, y hay que destacar que el gobierno Petro y las gloriosas Fuerzas Armadas de Colombia y sus primos de la Policía están metidos en la lucha. En los últimos años, el Gobierno colombiano, en colaboración con nosotros, porque tenemos una relación muy estrecha, ha tenido grandes logros en términos de incautaciones de cocaína: son toneladas y toneladas, como dijo el señor presidente Petro en su discurso del domingo. Hay que reconocer que cuando hay más cocaína, es lógico que la probabilidad de incautar es más alta, pero esto no afecta en nada la valentía y el compromiso colombiano para combatir a ese enemigo común. En lo que respecta a las extradiciones de los capos y narcotraficantes, Colombia ha sido un buen socio nuestro desde hace muchos años, incluso durante este gobierno. El año pasado fueron 169 los criminales enviados a los Estados Unidos: ese es un número grande, y este año seguimos por cifras altas. Este es otro ejemplo de colaboración. Pero hay que decir que cada rosa tiene sus espinas, y la espina para nosotros es que mientras que reconocemos la inigualable relación bilateral en materia de justicia penal, que resultó en ese gran número de narcos extraditados, nos preocupa la creciente lista de exenciones o suspensiones (de narcos solicitados) en el año 2025 por estar involucrados en el proceso de paz. Apoyamos los esfuerzos por la paz de Colombia, siempre hemos sido socios en eso. Yo, cuando era consejero político, fui parte del equipo que apoyó las negociaciones con las Farc que terminaron en ese gran logro del presidente Santos. Pero en el deseo de llegar a la paz tenemos que estar conscientes de que lo que está mal está mal. Si alguien continúa su trabajo ilícito mientras está hablando de paz, pues eso nos preocupa. Estoy seguro de que hablando con el Gobierno colombiano podemos resolver ese problema de algunos casos, pocos pero representativos, de suspensión de las extradiciones.
La relación bilateral es como un avión, y nos encontramos en un momento de turbulencia. Nuestros dos gobiernos, como copilotos, deben trabajar juntos para encontrar cielos despejados y condiciones más favorables
John McNamaraEncargado de Negocios de Estados Unidos en Colombia
¿Y los cultivos?
Una preocupación grande es el crecimiento alarmante de los cultivos de coca en Colombia. Hoy hay más de 250.000 hectáreas. Entendemos el cariño que siente el señor Presidente y su gobierno por los campesinos: son gente justa, trabajadora, parte de la fábrica de Colombia. Pero mientras la coca esté creciendo los males de la corrupción y los grupos armados ilegales seguirán siendo un peligro para el bienestar y la seguridad del Estado colombiano. Hay una meta del Gobierno para erradicar 30.000 hectáreas este año. Es tres veces más que el año pasado, una meta notable. Pero ya estamos a finales de julio y entiendo que el nivel de erradicación es lento: el 15 por ciento del objetivo. La segunda mitad del año debe ser a toda máquina si el Gobierno quiere cumplir esa meta.
En Colombia hay una fuerte polémica por el proyecto del Gobierno que les da beneficios a los capos en medio de la ‘paz total’. ¿Cuál es la posición de Estados Unidos?
McNamara destacó la relación comercial entre Washington y Bogotá. Foto:MAURICIO MORENO
EE. UU. apoya la paz y la estabilidad en Colombia y la justicia para las numerosas víctimas. Pero el establecimiento de una paz real y duradera sigue estando fuera de nuestro alcance. Aunque ha habido avances en algunas áreas, el estancamiento en la implementación clave de los acuerdos amenaza con sofocar lo logrado hasta la fecha y, a largo plazo, el logro de la paz sostenible que todos los colombianos merecen. La escalada de violencia de los grupos armados ilegales preocupa profundamente a los Estados Unidos, especialmente cuando esa violencia coincide con el ciclo electoral de Colombia. Hay problemas de seguridad en varias partes del país, como Catatumbo, Valle, Buenaventura, Chocó, los paros de la guerrilla que afectan a la gente. Yo creo que como diplomáticos debemos saber hasta qué punto meternos, dar opiniones públicas sobre las cosas internas de cualquier Gobierno y cualquier país. El respeto por la soberanía es esencial en una relación como la nuestra. Por eso, en términos de procesos, de leyes, de negociaciones, voy a dar un paso al costado: no es mi lugar hablar en público de eso, mientras tenemos un canal abierto y que usamos a diario con el Gobierno y otras autoridades sobre temas de interés mutuo. Creo que es una decisión que corresponde al pueblo colombiano y sus representantes según la Constitución y las normas colombianas.
Entendiendo esa posición, ¿para su país sería aceptable que un gran capo como alias Chiquito Malo, jefe del ‘clan del Golfo’, pague solo cinco años de reclusión en sitios especiales y además pueda conservar un 12 por ciento de su fortuna ilegal, como lo plantea el proyecto?
Yo creo que debemos pensar en las víctimas de cualquier crimen: de la violencia, de la extorsión, de las ‘pescas milagrosas’ que vivimos en épocas anteriores. Fueron años muy difíciles. Cada país decide su justicia, es su derecho. El proceso de paz del 2016 creó un nuevo sistema, justicia transicional. Pero en términos de extradición, pedimos y hemos tenido mucha colaboración durante décadas de los gobiernos de Colombia: si (esas personas) son suficientemente culpables como para que nosotros pidamos la extradición, que es un proceso costoso, que toma tiempo, nosotros pedimos que lo tomen en serio como lo han hecho y que sigan colaborando con nosotros. Los que se benefician de esas extradiciones de los más malos de los malos son el pueblo colombiano, sus hijos y su futuro, porque cada acción que tomamos como adultos sirve de ejemplo para los jóvenes. Pero dejamos esto en manos del pueblo colombiano y obviamente tenemos conversaciones con el Gobierno.
Usted, siendo militar, estuvo en el país en momentos muy duros del conflicto. ¿Cómo ve la situación, la ‘paz total’?
Las autoridades de Colombia saben que hay en algunas regiones una oleada de violencia preocupante, como en Cauca, el Valle, el Catatumbo. Yo he viajado por el país, no solo como diplomático. Sé que las autoridades locales y nacionales están tomando lo que está pasando en serio. Yo recuerdo lo que pasaba cuando se pierde el control –no digo que eso esté pasando–, pero recuerdo cuando estuve por ejemplo en Arauca y Saravena. Había una gran influencia en una parte del país de las Farc y el Eln; el Estado tenía control en las ciudades y los corredores de movilidad y había zonas con gran influencia de los paramilitares. Debemos evitar eso. Recordamos las épocas duras y negras, cuando Colombia perdió tres candidatos presidenciales, y vemos esa triste tragedia de lo que pasó con el senador Miguel Uribe. Es preocupante. Yo creo que el pueblo colombiano no quiere un paso atrás en materia de seguridad y creo que el Gobierno es consciente de eso, y que la Fuerza Pública está dedicada a su trabajo, como siempre. El pueblo colombiano merece la paz: los EE. UU. no tienen un papel formal en las conversaciones del Gobierno colombiano, pero como lo dijo nuestro representante el 18 de julio en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, nos preocupan algunas decisiones del Gobierno colombiano y evaluamos los avances y, también, la falta de avances. Colombia es un país con soberanía total, un socio muy cercano con el que hemos sacrificado sangre y la vida de personas en defensa de la democracia, como pasó en la guerra de Corea con el Batallón Colombia. La paz es buena: ¿a cuál costo? Depende de cada país, de cada sociedad, de cada gobierno.
Los empresarios colombianos han buscado acercamientos con su Gobierno frente a un tema que preocupa, el de los aranceles a nuestras exportaciones. ¿En qué va ese proceso?
La relación entre Colombia y Estados Unidos ha tenido varios momentos de tensión en 2025. Foto:MAURICIO MORENO
Estamos orgullosos de tener una relación tan cercana con el sector privado colombiano. Mantenemos comunicación a través de AmCham y la Andi, entendemos la preocupación y el deseo por mantener esta relación histórica. Los Estados Unidos se enorgullecen de ser el mayor socio comercial de Colombia. El comercio entre los dos países tiene un componente de valor agregado, y no pasa lo mismo con todos los socios económicos que ustedes tienen. Gracias al TLC, que ya tiene más de 10 años, el comercio y la inversión bilateral se han expandido significativamente, con casi 55.000 millones de dólares en comercio y bienes y servicios en 2024. En el 2024, también, más de un millón de mis compatriotas visitaron Colombia: Estados Unidos fue la principal fuente de turistas que, sin importar la distancia, quieren ver su hermoso país. Pero hemos subrayado la importancia de que Colombia aborte varias prácticas empresariales injustas, en particular en los sectores automotriz y agrícola. Llamamos a Colombia a responder de manera pragmática para abordar estos problemas con el representante de la Oficina Comercial. Cuando hablamos de aranceles, en Colombia persisten algunas barreras no arancelarias para productos emblemáticos estadounidenses. El presidente Trump ha sido claro: si los socios comerciales se alinean con nuestro esfuerzo para lograr equidad y equilibrio en nuestras relaciones comerciales y nos ayudan a proteger la economía y la seguridad nacional, estamos preparados para recibir cualquier propuesta con un plan de acción para buscar soluciones a los riesgos en las relaciones comerciales entre los dos países.
¿Eso quiere decir que no han recibido una propuesta de Colombia en esa materia?
No estoy diciendo eso. Regresaría a mi punto: tenemos canales diplomáticos, un canal abierto con amplio flujo de información, negociaciones en muchos temas. Pero eso es algo reservado. Entre los gobiernos acordamos que solo hasta que todo esté listo y sea un hecho se publicará alguna noticia. Pero agradecemos cualquier propuesta pragmática de hoy o del futuro plan de acción que Colombia tenga sobre estas cuestiones que tienen que ver con el tema de los aranceles.
Esa norma sobre los vehículos que usted menciona se aplazó hasta septiembre. ¿Cuándo habrá una solución?
Había una exención hasta septiembre y eso ha creado mucha incertidumbre entre las empresas americanas, que deben decidir hacia dónde van a mandar sus carros para que puedan competir en un mercado plano con los otros fabricantes. Septiembre está cerca, y hay decisiones siendo tomadas por el sector automotriz. Esperamos que lo más pronto posible podamos llegar a un acuerdo con el Gobierno colombiano para evitar lo que sería una pérdida de un mercado de miles de millones en ventas de autos y repuestos. Vale la pena mencionar que no solo nosotros, sino otros países amigos como Brasil y México pueden ser afectados por esas nuevas reglas. Repito esa imagen de la pista de salsa: las dos partes deben estar bailando el mismo ritmo y tratando de hacer exitoso ese encuentro.
¿Los acercamientos con otras potencias, como China, pueden afectar las relaciones con EE. UU.?
John McNamara considera que la relación binacional debe ser pragmática. Foto:MAURICIO MORENO
No me gustaría hablar de cosas que no son mi responsabilidad o que no han pasado. Pero puedo hablar en términos de cómo es la relación comercial de Colombia con Estados Unidos al lado de la relación con la China comunista. Cuando veo la panorámica de las dos relaciones bilaterales, hay que mencionar que el nuestro es un comercio binacional de valor agregado y de valores democráticos compartidos. Es un aspecto importante que no todos los países, incluido ese país de Asia, tienen. Tenemos dos sistemas de gobierno: Colombia y Estados Unidos somos parte del mundo libre, donde el pueblo manda por medio de sus votos y elige a sus representantes. Y están esos países, China en particular, que tienen la idea de que el pueblo trabaja para el gobierno, o tal vez para un solo partido, o para un solo cacique. Así no lo vemos nosotros, no son nuestros valores. Más allá, como ya lo dije, gracias al TLC el comercio se ha expandido significativamente. Estados Unidos es la mayor fuente de inversión extranjera en Colombia, mucho más, 37 veces más, que la inversión china. Y no sé si eso se entiende bien. Además, EE. UU. es el mayor importador de todos los productos agrícolas colombianos al absorber el 40 por ciento de las exportaciones. China compra apenas el 2 %. Y tenemos una relación de comercio bilateral balanceada: Estados Unidos busca oportunidades para crecer conjuntamente con los otros países. En el caso del otro país, esa relación no está balanceada, para nada. Según el Dane, Colombia tuvo un déficit comercial de más de 12.000 millones de dólares con China: es 10 veces la cifra del déficit con los Estados Unidos. Y lo que compramos de Colombia es mucho más que la simple materia prima: hay valor agregado en el proceso, y todos los sectores de su economía están conectados con nuestro comercio. Además hay un nivel de confianza mutuo que es muy importante: somos países que respetamos la ley, los contratos, los acuerdos formales. Obviamente es la decisión de su Gobierno y del digno pueblo colombiano cómo quieren manejar sus relaciones económicas, con quién quieren crecer conjuntamente, o con quién están en riesgo de perder mucho. Hay muchos ejemplos de malas obras, de acusaciones de corrupción y mala gestión. Ecuador está enfrentando una crisis eléctrica en gran parte por la incapacidad de una hidroeléctrica (construida por una empresa china) para generar la electricidad prometida (…) Con nosotros Colombia tiene un socio honesto, porque nuestras empresas siguen las leyes suyas y las nuestras. Incluso tenemos una ley que permite juzgar esas empresas que violen nuestras leyes en el exterior. Con nosotros tienen un socio confiable, empresas de alta calidad que responden por su trabajo. Y somos americanos: hay mucho que ganar teniendo unas buenas relaciones comerciales y militares con los vecinos. Somos vecinos y estamos orgullos de unas relaciones que, si Dios y la Virgen lo permiten, deben durar 200 años más. Tengo la confianza en que es posible y de que tenemos un socio con quien trabajar y con la capacidad de resolver problemas por medios diplomáticos. Y esto es por el bienestar de dos pueblos unidos por valores democráticos, por una historia compartida de momentos buenos, malos y difíciles. Cuando Colombia estaba sufriendo esa oleada de violencia, bandidos por todas partes, ¿quién estuvo con ustedes? Nosotros, con el Plan Colombia, con más de 10.000 millones de dólares que fueron invertidos en las Fuerzas Armadas y en la institucionalidad del país, un país que hasta hoy es uno de los mejores ejemplos de institucionalidad y respeto por su Constitución en América Latina.
ANDRÉS MOMPOTES Y JHON TORRES
Director General de EL TIEMPO y director de PAÍS