Juan Guillermo Zuluaga, exgobernador del Meta y precandidato presidencial, plantea en diálogo con EL TIEMPO que su propuesta se centra en la descentralización y propone un modelo inspirado en sistemas federales, con más autonomía para alcaldes y gobernadores y controles estrictos contra la corrupción. Además, señala que la inseguridad es el principal problema del país y dice que, de llegar a la Casa de Nariño, levantará las mesas de diálogo con los grupos armados.
¿Qué lo llevó a dar el salto a la política nacional ahora?
Hoy las regiones de Colombia estamos cansadas de que desde un escritorio en un palacio del centralismo nos decidan el destino. El centralismo nos ha ahogado y ahora quiere imponernos hasta quién debe ser el presidente. Nosotros decimos: basta. Este es el momento de demostrar que Colombia no es solo el centro, que en la Orinoquía, en los Llanos, en el Pacífico, en el Caribe, en Antioquia, en el Eje Cafetero, en los Santanderes y en todo el país también hay hombres y mujeres con formación, experiencia y carácter para conducir la nación. Yo doy este paso porque es hora de que el próximo presidente sea hijo de las regiones, no producto de una élite centralista.
¿Cómo surge la alianza que da vida a ‘La Fuerza de las Regiones’?
Nació de una convicción: solos, los departamentos somos pequeños frente al poder centralista; unidos, somos un gigante que puede cambiar la historia. En Rionegro, Antioquia, conmemorando un aniversario de la Constitución de 1863 con otros líderes regionales, entendimos que había que dar este paso juntos. No solo es criticar el centralismo sino iniciar un proceso real de transformación del modelo de Estado. Iniciamos 24 exgobernadores, luego se sumaron alcaldes de capitales y más regiones, y terminamos fusionándonos para formar ‘La Fuerza de las Regiones’, hoy integrada por 42 exmandatarios que hemos gobernado en todos los rincones del país. Es la primera vez en la historia que se hace una alianza de esta magnitud. Y lo hicimos porque creemos que la unidad regional puede derrotar el centralismo y abrirle a Colombia un camino distinto. Bogotá también hace parte de este propósito regional y es a nuestra capital a quien queremos también desbloquearle su máximo potencial.
¿Cómo surge la base metodológica de su propuesta?
Nuestro propósito es claro: que se cumpla lo pactado en la Constitución de 1991 cuando se habla de autonomía y descentralización. Son 30 años de espera para que el Estado cumpla su deuda con las regiones. Tomamos como ejemplo modelos federales y autonómicos en países que funcionan –Estados Unidos, Alemania, Brasil, España– y los aterrizamos a nuestra realidad. Paralelamente, los alcaldes de ciudades capitales llegaron a la misma conclusión: la única manera de construir un país viable es con regiones fuertes, autónomas y responsables de su propio desarrollo. Nuestra propuesta tiene un soporte técnico, jurídico y comparado; no es una idea improvisada, es el resultado de años de espera y de vivir en carne propia el viacrucis de ir a mendigar más de 1.100 alcaldes y 32 gobernadores al palacio de Nariño para que los proyectos que necesitamos en las regiones se materialicen.
Uno de los pilares de ‘La Fuerza de las Regiones’ es modificar la estructura del Estado para dar más poder a alcaldes y gobernadores. ¿Cómo evitar que eso derive en mayores riesgos de corrupción local?
Ese argumento del centralismo ya lo conocemos: que no se puede confiar en las regiones porque hay corrupción. Sí, hay corrupción en algunos territorios y hay que combatirla de frente, sin titubeos. Pero digámoslo claro: los grandes escándalos de corrupción en Colombia han estado en el nivel central, donde se concentran el 80 % de los recursos. Allá están las “medallas de oro y plata” de la corrupción. Entonces, que no nos vengan con el cuento de que ese es el pretexto para seguir negándole poder a las regiones. La descentralización no es un cheque en blanco: vamos a acompañarla de controles estrictos, de veeduría ciudadana, de transparencia digital y de sanciones ejemplares. Lo que no podemos es permitir que el centralismo siga usando la excusa de la corrupción para asfixiar el desarrollo regional.
¿Hasta dónde llegaría en esa descentralización?
Hoy tenemos un Estado que duplica funciones, gasta recursos en burocracia y no en soluciones. Un ejemplo: ¿Por qué Invías tiene que hacer placa huellas en un municipio cuando ese municipio tiene alcalde y gobernador? Es absurdo.
Nosotros no queremos cambiar la esencia del Estado, queremos que se cumpla la Constitución, que los alcaldes y gobernadores tengan la capacidad de decidir sin tener que peregrinar todas las semanas al gobierno nacional a pedir permiso para un proyecto o para nombrar un maestro.
Yo no quiero un gobierno nacional haciendo plazas de mercado en los municipios, allá hay autoridades que lo pueden hacer: quiero un gobierno nacional pensando en seguridad, infraestructura estratégica y soberanía entre otras, y a las regiones con la capacidad de ejecutar lo que les corresponde.
Muchos presidentes han prometido combatir el centralismo, pero ninguno ha cambiado realmente la distribución del poder. ¿Qué lo hace pensar que usted sí podría lograrlo?
Por una razón, lo que hemos conformado ahora nosotros es histórico. Nunca antes en la historia de Colombia se habían reunido las regiones en este propósito. A veces se unían, pero por cuestiones políticos, hoy nos unimos en términos administrativos, porque la columna y la base vertebral de este propósito de ‘La Fuerza de las Regiones’ se llama autonomía y descentralización. Sé estamos diciendo algo que parece duro y contradictorio, pero yo quiero ser presidente para quitarle poder al Gobierno central y entregárselo a las regiones, para empoderar más a las regiones y que el presidente de la República se encargue de algunas funciones esenciales del Estado, entre ellos los temas de seguridad y de infraestructura nacional, no atendiendo Placa Huella. O sea, hoy se puede hacer realidad este propósito de descentralización de autonomía porque la estamos promoviendo desde las regiones, porque no nació en un club social. Nació en los que la hemos vivido y la hemos padecido.
¿Ustedes dicen que tienen experiencia, esa es su carta de presentación, pero cree que tiene los votos?
Lo estamos construyendo. Tenemos estructuras reales en todo el país, no clubes sociales. Son ciudadanos organizados en cada región. Y aquí hay una verdad: lo que recibirá el próximo presidente no es para aprendices. Colombia vive una debacle en seguridad, en salud, en economía y en relaciones internacionales. Este país necesita a alguien que ya haya administrado, que conozca el Estado por dentro y que sepa gobernar desde el primer minuto. Yo no vengo a improvisar: el 7 de agosto no llegaremos a aprender, llegaremos a dar resultados.
¿Cuál es el principal problema que hoy enfrenta Colombia según su diagnóstico?
El problema número uno de Colombia se llama inseguridad. Hoy los colombianos viven con miedo: la Defensoría del Pueblo dice que 756 municipios tienen presencia de múltiples grupos criminales. El Gobierno, con la excusa de la ‘paz total’, les entregó el país a los bandidos. Tenemos disidencias de todos los pelambres, el Clan del Golfo controlando más de la mitad del territorio, Barranquilla sometida a extorsión por Los Costeños y Los Pepes, el Tren de Aragua en Bogotá, los Pachenca en la Costa, los Comandos de Frontera en el sur. Es un mapa tomado por el crimen. Y lo más grave, a esos criminales les dieron estatus político, los llaman “gestores de paz”, les levantan órdenes de captura, les regalas el cese al fuego, mientras la gente buena y trabajadora vive de rodillas. Colombia necesita recuperar el principio de autoridad. Ese será mi compromiso: poner al Estado de pie para que los ciudadanos dejen de vivir con miedo.
En ese sentido, ¿cuáles serían las medidas concretas para combatir esta expansión de los grupos armados?
El 7 de agosto, en las primeras horas de mi gobierno, se acaban todos los actos administrativos que dieron vida a la falsa “paz total”. Recuperaremos el territorio perdido fortaleciendo a nuestras Fuerzas Militares y de Policía, modernizando la inteligencia —que hoy está infiltrada—, blindando la logística de operaciones y cerrando cualquier espacio de impunidad, lo que implica una profunda reforma a la justicia. Haremos alianzas internacionales y operaciones estratégicas, pero lo fundamental será devolverle a Colombia el principio de autoridad. El Estado no puede negociar con quienes tienen a la gente aterrorizada; el Estado tiene que recuperar su soberanía, barrio por barrio, vereda por vereda, sin titubeos y ejerciendo la acción legítima que nos da la constitución y la ley.
¿No habrá diálogos de paz en su Gobierno?
Hoy ningún grupo ilegal tiene voluntad de paz. Lo han demostrado. El Eln lleva 60 años negociando con todos los presidentes, y con Petro han recibido las mayores gabelas de la historia. ¿Y qué han dado a cambio? Más asesinatos, más secuestros, más extorsiones y más presencia territorial. Las disidencias de las Farc no quieren paz, quieren seguir con su negocio criminal. Aquí no hay ideología, hay narcotráfico y bandidos. Yo no voy a arrodillar al Estado ni a someter a los ciudadanos para mendigarles paz a los criminales. La verdadera paz se construye con autoridad, con justicia, con oportunidades para la gente buena, no con privilegios para los criminales.
Una de las críticas que se le hace a este gobierno es que justamente no entendió las nuevas dinámicas de la violencia y no las ha sabido afrontar. ¿Qué hacer con las gobernanzas criminales en los territorios donde el Estado ha sido sustituido?
Digámoslo sin rodeos: este gobierno no es que no entienda las dinámicas criminales, es que las tolera conscientemente. La estrategia nuestra es clara: intervención con fuerza pública para recuperar los territorios y, en paralelo, una reforma profunda a la justicia. Hoy más del 90 % de los delitos en Colombia quedan en la impunidad. Eso alimenta la criminalidad. Necesitamos una justicia que castigue de verdad, no que archive procesos ni que sirva de escudo para los delincuentes. Y aquí seré categórico: no permitiré leyes de sometimiento disfrazadas de “justicia restaurativa” que solo legitiman a los criminales. La justicia debe estar del lado del ciudadano honesto, no del delincuente.
¿Eso estaría acompañado de algún programa en materia social?
Por supuesto. Recuperar a Colombia no es solo un asunto de seguridad, es también un asunto de oportunidades. El Estado tiene que llegar a todos los rincones con empleo, con inversión productiva y con políticas económicas que alivien el bolsillo de la gente. No puede ser que un trabajador termine el mes y no le alcance el sueldo para lo básico. Vamos a apoyar a los empresarios y a los emprendedores para que generen más empleo, y vamos a darles condiciones a los campesinos y productores para que puedan sacar adelante sus cosechas. Eso implica crédito barato, infraestructura, vías terciarias, apoyo técnico y menos trabas. Y al mismo tiempo, impulsaremos políticas que reduzcan el costo de vida, porque de nada sirve conseguir empleo si al final la plata no alcanza. El Estado tiene que ser un socio de la gente honesta y trabajadora: garantizar seguridad, generar empleo y dar estabilidad económica para que cada colombiano pueda vivir con dignidad y esperanza.
Su movimiento plantea tener un candidato único en noviembre. ¿Cómo será el proceso de elección?
Ya nos pusimos de acuerdo: éramos seis precandidatos, hoy somos cuatro, y en noviembre uno solo llevará la bandera. El mecanismo es simple y democrático: una encuesta nacional. El que mejor esté en la calle, con la gente, en las regiones, ese será el candidato único. Nada de egos, ni vanidades, el país está de por medio. Aquí lo que vale es la voz de los ciudadanos. El 30 de noviembre Colombia tendrá un candidato único de La Fuerza de las Regiones, y ese será el primer paso para derrotar las élites centralistas y enfrentar de verdad la inseguridad, el desempleo y la pobreza.
¿Y ahí cuál sería el paso por seguir? ¿Algún tipo de consulta con otros partidos?
Estamos dando un ejemplo: nos sentamos, conversamos y nos unimos. Eso mismo le proponemos al resto de sectores que creen en la democracia, en las instituciones y en la seguridad. Que se unan antes de marzo y decidan el mecanismo que quieran: consulta, encuesta o consenso. Lo importante es la unidad, no los egos. Colombia necesita grandeza y desprendimiento, no candidaturas personalistas, nosotros ya dimos el primer paso.
¿Se refiere a partidos o sectores de centro y derecha?
Yo tengo una línea roja: con el petrismo no hay conversación posible. Podemos sentarnos con quienes piensen distinto, con sectores de centro o de derecha, pero jamás con quienes han destruido la seguridad, la economía y la confianza en Colombia. Aquí no se trata de uniformidad, se trata de coincidencias para salvar al país.
¿Entonces podría haber sectores de izquierda?
Bienvenidos todos los que quieran sacar el país adelante y que no tengan compromisos con Gustavo Petro ni con su proyecto. Porque la patria está por encima de las ideologías, y hoy la tarea es rescatar a Colombia de la inseguridad, el desempleo y la quiebra institucional.
¿Cuál sería su papel en la alianza si en la encuesta de noviembre no le favorece?
Estoy trabajando para ganar y recorreré cada rincón de Colombia con esa convicción. Pero soy un hombre de palabra: me sumaré con la misma fuerza al propósito común. Porque aquí el ego no puede estar por encima de la nación. Mi compromiso no es con una candidatura personal, sino con recuperar a Colombia y devolverle seguridad, empleo y esperanza a la gente.
Muchos candidatos hacen campaña solo en torno a Gustavo Petro, ¿hay propuesta más allá de eso?
Por supuesto. No se trata de ser simplemente “antipetro”. Eso sería mediocre. Se trata de mostrarle a los colombianos un camino claro: cómo derrotar la inseguridad, cómo generar empleo, cómo sacar de la pobreza a 20 millones de compatriotas que hoy sobreviven sin oportunidades. Nosotros sí tenemos un plan, y es concreto: seguridad con autoridad, economía en marcha, apoyo al agro y fortalecimiento de las regiones. Hay que advertir sobre los riesgos del modelo actual, sí, pero lo esencial es proponer salidas. Yo no vengo a ser un opositor de oficio: vengo a ser una alternativa real de gobierno.
Usted es hoy es uno de los precandidatos que más ha invertido en redes sociales. ¿Cuál es su propósito apostando a esa estrategia?
A los candidatos de las regiones que llevamos tan poquito tiempo en campaña, porque es que nosotros hace apenas menos de un mes inscribimos nuestra candidatura, tenemos que hacer muchos más esfuerzos que quienes hoy tienen un reconocimiento nacional porque tienen cuatro o cinco campañas encima. Entonces, nosotros tenemos que hacer el esfuerzo de visibilizarnos un poco más. Esa presencia y esa inversión que hacemos en contenidos digitales es el propósito de que el país conozca que hay otro camino, que hay otras voces. Que hay personas nuevas de las regiones que pueden ser una buena alternativa.
CAMILO A. CASTILLO
Redacción Política
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