



Desde aquella madrugada del 12 de octubre de hace un año, ‘Perseo’ se abrió paso con 1.400 militares, repeliendo ráfagas de disparos, entre explosiones y avanzando en las gigantescas corazas con forma de tanques.
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Más de una veintena de estos imponentes vehículos blindados empezaron a recorrer las angostas, empinadas y polvorientas calles que se vuelven barro cuando llueve en la zona urbana de El Plateado. Es uno de los 12 corregimientos que posee el municipio de Argelia, compuesto, además, por 81 veredas.
La zona urbana del corregimiento de El Plateado. Foto:Juan Pablo Rueda / EL TIEMPO
El Plateado se encuentra a una hora y media separado de la cabecera de Argelia por una estrecha y serpenteante carretera de herradura sin iluminación, a lo largo de 70 kilómetros sobre filos de niebla, una de las muestras de abandono estatal que se suma a la falta de agua potable y de un relleno para basuras o a una planta de tratamiento de aguas residuales que fue construida, pero que no funciona.
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Llegada de operación ‘Perseo’ en El Plateado, en octubre de 2024. Foto:Presidencia / Ejército Nacional
El pueblo, en el suroccidente caucano, está incrustado en montañas tapizadas de coca y por uno que otro cultivo de ají de la cordillera Occidental.
Allí, los 8.000 habitantes de la zona baja con casas alrededor de la parroquia Divino Niño, el corazón de El Plateado, y los de veredas, como Pepinal o La Paz, para completar unos 12.000 que conforman el cañón del Micay, brincaron de sus camas, sorprendidos por la llegada de ‘Perseo’.
La zona urbana del corregimiento de El Plateado. Foto:Juan Pablo Rueda / EL TIEMPO
Personas como Gersaín Silva buscaron protegerse por los combates que se desencadenaron con disidentes de las Farc, ese 12 de octubre de 2024 y como lo han hecho en este año, cuando hay enfrentamientos.
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El campesino de la vereda La Leona, de 55 años, dice que se acurruca debajo del mesón de cemento con hornilla en su parcela que tiene matas de coca. Asegura que es su fuente de sustento para mantener a su familia, su esposa y a dos hijas, llenando costales de colores que deja en la orilla de la vía donde camionetas pasan de día y a toda hora recogiéndolos y llevándolos a más de 20 laboratorios que hay a la vista en la carretera hacia Argelia. Es lo único que se ilumina de noche en la tenebrosa vía.
Ese mesón para cocinar sus alimentos es su refugio cada vez que las balas pasan zumbando por encima del techo de lámina o lo que es peor, temiendo que algún explosivo caiga sobre la vivienda lanzado por un dron.
El Plateado, Cauca. Foto:Juan Pablo Rueda / EL TIEMPO
Ese mismo 12 de octubre, los enfrentamientos se extendieron hasta que el día se aclaró y buena parte de las calles en tierra estaban desoladas, aunque llegó un momento de tensión en que la comunidad salió y se aglomeró en la esquina de la casa parroquial.
El parque central frente a la parroquia Divino Niño, en El Plateado, Cauca. Foto:Carolina Bohórquez / EL TIEMPO
La vivienda está junto a la iglesia de cara al parque central, donde se lee la frase: ‘Yo amo a El Plateado”.
La gente había rodeado una de las tanquetas, en un día durante el cual, un explosivo retumbó al ser lanzado por disidentes desde otro dron.
Parque central del corregimiento de El Plateado. Foto:Carolina Bohórquez Ramírez / EL TIEMPO
Fue una de las primeras asonadas que desde entonces se han presentado contra la Fuerza Pública. La que más se recuerda es la de comienzos de marzo de este año, cuando 29 uniformados, en su mayoría del Ejército, fueron retenidos y una tanqueta fue incinerada. También ocurrió el volcamiento de un tanque de guerra de ‘Perseo’, cuando trató de alcanzar a un disidente que huía por una de las calles de El Plateado.
El Plateado con cultivos de coca alrededor. Foto:Juan Pablo Rueda / EL TIEMPO
La llegada de la operación militar ha respondido al deseo del Estado de retomar el control territorial en una zona que, para la misma población, ha sido de promesas incumplidas de un mejor acueducto o donde el único colegio, la institución educativa pública Miguel Zapata —nombre en homenaje a un antiguo líder y cuya infraestructura fue construida por la comunidad, como lo afirman en el pueblo—, necesita más profesores para un número superior de 1.000 alumnos (hasta comienzos del año iban 1.200 y en 2024, 1.425). El docente de informática da clases de español, por ejemplo.
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Esas promesas volvieron cuando seis ministros con la cúpula militar caminaron por las calles de trochas, portando chalecos antibalas con la palabra Ejército, acompañando el arribo de los 1.400 militares.
El Plateado. Camionetas llevan bultos de hoja de coca para trasladarlos a laboratorios. Foto:Juan Pablo Rueda / EL TIEMPO
“Aquí no queremos más guerra, pero tampoco que lleguen funcionarios que solo prometan, se van y se olvidan de los compromisos”, dice un líder, recordando que el presidente Gustavo Petro había asegurado entregar más de 20.000 millones de pesos para la sustitución de coca. Se esperaba que se pudieran sembrar cacao o ají.
“La concejala Emilda Pérez solicitó destrabar proyectos anunciados por el Gobierno Nacional, como el de los 20 mil millones para la compra de hoja de coca, ya que, en palabras de ella, ‘de los 48 meses de gobierno solo faltan 10 meses, importante que se den estos proyectos’”, dice el ‘Informe de acercamiento al territorio Argelia – El Plateado Cauca’.
“Pero los procesos son lentos. No ha pasado nada con los 20.000 millones. Nunca llegaron. Si cuando los ministros hicieron la visita, uno preguntó cuántos colegios había. ¿Cómo es posible que no sabía, si era del Gobierno y debe conocer nuestra realidad?, comenta el mismo líder indignado.
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“No estamos en contra del Ejército, pero cuando entra al pueblo, la comunidad queda en medio de un fuego cruzado con los grupos armados y ese es un riesgo”, habla otro líder que como la mayoría en El Plateado prefirió no dar su nombre y susurrar, temiendo lo mismo que les ha sucedido a antecesores suyos y a otros campesinos, inclusive, sin ejercer un liderazgo social: que lo maten o tenga que salir desterrado por amenazas.
Ya un miembro y vocero de la Junta de Acción Comunal tuvo que someterse al desarraigo para proteger su vida. Para hablar con otras personas de la JAC, lo seguro es por teléfono, estando en el mismo pueblo con pocas palabras hasta cortar la comunicación.
La profesora Paula, otra exiliada de El Plateado
Ese exilio también fue el destino de la profesora Paula. Tuvo que irse por presiones de un grupo armado, después de que ella motivó a sus vecinos del barrio Puertas del Río a reunir dineros que permitieran remodelar un parque donde la hija de 3 años de Gloria ha podido patinar, mientras que la joven madre, con escoba en mano, pasa a despejarle el sendero de residuos, tierra y hojas de los árboles, a su pequeña de rodilleras y casco de color rosado que va rodando con una sonrisa en su rostro. Ese parque fue estrenado hace unos cuatro meses y como las pocas calles pavimentadas y el colegio de El Plateado, la misma población lo hizo posible.
Disidentes obligan a portar un carné para que la población se desplace
Estos argelinos tratan de continuar con sus vidas, pese a que tienen que cargar un carné autorizado por los alzados en armas de más de 30.000 pesos que deben renovar si desean ir más allá del pueblo, como el sector de La Hacienda, al otro lado del reconstruido puente por el Ejército que había sido volado por la insurgencia en febrero, arrebatando la vida de cinco soldados, para evitar a los uniformados coger camino e internarse en esa zona del Micay, persiguiendo a los disidentes. Finalmente, la estructura de 24 metros, no en cemento, sino metálica, se mantiene firme sobre un río que baña los destrozos del viejo puente.
Los dirigentes comunitarios no tienen otra alternativa que ser los mediadores en la entrega del documento, pues de lo contrario, pueden terminar asesinados o exiliados. Esto recuerda la situación que padecen habitantes de los corregimientos de Jamundí, en el Valle del Cauca, por cuenta de los disidentes del frente ‘Jaime Martínez’, bajo el mando de ‘Iván Mordisco’.
Pero en El Plateado hay tres fuerzas: en un comienzo, el Eln con el frente ‘José María Becerra’ estaba en la zona baja y luego fue siendo desplazado por el frente ‘Carlos Patiño’, de ‘Mordisco’ dentro del llamado ‘Estado Mayor Central’ de las disidencias de las Farc.
En la zona media de El Plateado se localiza la ‘Segunda Marquetalia’ y más arriba, el Eln. Sobre todo, los disidentes de los dos grupos ilegales fueron quienes confrontaron al antiguo sacerdote que también tuvo que marcharse hace más de tres años.
Huellas de la guerra
Desde este tiempo hasta ahora, la casa parroquial muestra las huellas de la guerra. Hay ocho orificios de bala en una puerta metálica y una ventana, pero sumando los tres últimos años hasta lo que va de este 2025, los disparos han dejado unos 70 boquetes en paredes y más puertas que han sido reparados.
Pero, los vitrales no han podido ser reemplazados por el costo de unos 15 millones de pesos que la parroquia Divino Niño no tiene. Tampoco se han puesto nuevos vidrios en la entrada de la iglesia y aunque su costo es menor, cada que se cambian quedan rotos por más disparos. La mejor opción por el momento es cubrir con plástico.
Cuando se camina por esas 80 manzanas del pueblo no se ven policías o soldados, aunque Gloria, de 30 años y la madre de la pequeña patinadora en Puertas del Río, asegura que sí ha visto a algunos en controles vestidos de civil. Pero, la Fuerza Pública con ‘Perseo’ se concentra, especialmente, en las montañas de la periferia. Ocupa unas edificaciones de dos y tres niveles con garitas. Las ventanas no tienen vidrios, sino cubiertas oscuras, instalaciones que antes eran controladas por los disidentes del frente ‘Carlos Patiño’ y ‘Perseo’ las recuperó para custodiar al pueblo.
‘Impuestos’ de ilegales, retenciones y exilios
En El Plateado, la comunidad sigue en sus actividades diarias. Abre sus locales del comercio después de las 7 de la mañana, acude a las eucaristías de la parroquia en determinados días de la semana o los niños van al colegio, cuando las clases no se interrumpen por el orden público.
En esa aparente cotidianidad, en el corregimiento se han acostumbrado a los ‘impuestos’ de los ilegales que persisten, el de la gasolina, por ejemplo, dejando ver unas cuatro estaciones en el trayecto de 150 kilómetros a El Tambo o hasta por recoger oro de las minas ilegales en el cañón del Micay que despierta ese deseo desenfrenado por el control de los subversivos y de carteles mexicanos que los financian para llenar sus arcas a punta de la siembra y la cosecha de coca, cada tres meses por parte de los humildes labriegos.
Por eso, los retazos de diferentes tonos de verde cubren las montañas en una cuenca del Micay devastada por la minería ilegal al servicio de los armados.
Exigían 1.000 millones de pesos por liberarlo
EL TIEMPO conoció en esa visita a El Plateado que un minero, justamente hasta esta semana, estuvo secuestrado por uno de esos grupos ilegales.
Al parecer, no había entregado la ‘cuota’ por trabajar. Le pedían 1.000 millones de pesos para liberarlo. Después de que la misma gente medió para que estuviera de vuelta con su familia, el monto bajó a 15 millones. Y aunque le respetaron su vida y lo soltaron, el minero también salió desterrado del pueblo.
“La situación no ha cambiado mucho en el año. Ya estamos cansados de esta guerra”, decía Gersaín, mientras esperaba que el médico atendiera su problema de presión en el polémico hospital móvil que anunció el presidente Petro (nueve carpas de tiendas de campaña).
El jefe de Estado había presentado orgulloso este hospital por redes sociales en febrero de este año, desencadenando críticas de sectores de la oposición. En un comienzo estuvo en un terreno a campo abierto, hecho un lodazal por las frecuentes lluvias que caen en El Plateado, y ahora ocupa todo el coliseo cubierto adentro del pueblo, uno de los dos polideportivos de la localidad.
Hospital móvil de El Plateado con nueve carpas de campaña. Foto:Juan Pablo Rueda / EL TIEMPO
El hospital móvil está en ese escenario, cerca del parque central, no solo para resguardarse de los fuertes temporales, sino desde que las carpas fueron atacadas por disidentes que usaron drones cargados con explosivos, el 17 de febrero de este año.
El hospital móvil, mientras terminan el nuevo
Este año empezó la construcción del nuevo hospital de El Plateado. Se espera en dos años. Foto:Juan Pablo Rueda / EL TIEMPO
En una carpa, la de la entrada del coliseo, se atienden los casos de urgencias. En otra, consulta externa y en las restantes, partos, medicina general, odontología, psicología, laboratorio clínico y hospitalización, pero como una atención primaria para 40 pacientes en las nueve carpas, mientras el hospital de El Plateado está construyéndose con 21.484 millones de pesos. Fue prometido por el Ministerio de Salud para estar listo en dos años, aunque hay escepticismo. La obra arrancó el primero de abril de este 2025.
“Gente como nosotros que somos pobres no tenemos de otra que sembrar coca o buscar qué hacer”. Quien habla es Rogelio que también espera su turno en el hospital móvil. Dice que antes de raspar el cultivo ilícito era un aserrador. Tiene 65 años. “Tengo que rebuscarme para mantener a mi familia con mi mujer”.
Franco, por su parte, también dice que coge coca, y como Rogelio y Gersaín, el hombre que se cubre de las balas bajo el mesón de la cocina, asevera que el dinero que ellos reciben no los vuelve ricos. La arroba raspada de coca la venden a 13.000 pesos a los recolectores, como lo es Gersaín. “Cada arroba me la compran a 40.000. Tengo que poner el doble para pagar al fumigador y comprar el veneno. Es el precio de no tener más estudio”, dice el último campesino.
Aunque Rogelio tiene un nivel educativo más básico, coincide en el clamor de los argelinos de no más guerra. “A veces me ha tocado tirarme a la acequia (para el riego de la tierra), cuando empieza a caer bala y eso ha sido este año”.
Estos campesinos están en la parte más baja de esa cadena de manipulación de quienes mueven los tentáculos de un tráfico de drogas y armas entre la cabecera de Argelia y El Plateado, así como a lo largo de 150 kilómetros de trochas entre este corregimiento y el municipio de El Tambo, pasando por los caseríos de Huisitó, Honduras, San Juan de Mechengue, San Juan de Micay y La Hacienda, en el corazón del cañón.
El 75 por ciento de los cultivos ilícitos del Cauca están en ese cañón del Micay. La droga procesada que sale de El Plateado y del área rural de Argelia recorre un triángulo entre este municipio, El Tambo y la también municipalidad de López de Micay, en el litoral, para continuar rumbo al Naya y al Pacífico colombiano, en el occidente del Cauca, o hacia el Valle, recorriendo el norte del Cauca hasta llegar a Cali y luego ir a Buenaventura por ser nodos principales de distribución de la droga. Otra ruta es hacia el interior del país.
La Red Regional de Observatorio de Seguridad ha evaluado el panorama: “Durante los últimos cinco años, los cultivos de coca en la región han crecido más del 200 por ciento. Desde 2022, entre los departamentos de Cauca y Valle del Cauca, se han consolidado dos nuevos enclaves productivos: El Naya y la zona entre Jamundí, Buenos Aires y Timba (sur del Valle y norte del Cauca)”.
Hacia La Hacienda con salvoconducto
Cuando se toma camino hacia el caserío de La Hacienda y se dejan atrás dos estaciones de gasolina en El Plateado, saliendo del pueblo, se observa una pequeña construcción en un costado de la trocha. Es el peaje comunitario. La joven que lo atiende pide 10.000 pesos. La comunidad explica que es parte de esa bolsa común para hacer obras en el pueblo, aunque no es claro, si detrás está la disidencia que presiona en pedir este dinero.
Siguiendo por otra trocha se llega al puente metálico levantado por el Ejército. Al otro lado se divisan las primeras casas de La Hacienda, una de las zonas tomadas como fortín por ‘Mordisco’. Cruzarla implica tener el carné o el salvoconducto de los disidentes del frente ‘Carlos Patiño’.
Rosaura, quien trabaja en un local comercial de la calle central de El Plateado, dice que “es mejor hacer lo que mandan estos grupos”. Ella tiene ese carné y también está temerosa de hablar. Ella vive en la zona alta, por lo que debe tener el documento a la mano, el que le fue entregado por la Junta de Acción Comunal.
“Cuando hay combates da miedo mandar a los hijos al colegio”. Baja la voz y cuenta que si los disidentes dicen a los comerciantes en el pueblo que hay que cerrar temprano, no puede haber objeción. De hecho, cuando EL TIEMPO estuvo en febrero pasado en El Plateado, los establecimientos ya estaban cerrados antes de las 7 de la noche y cada habitante no salía de sus casas en una especie de toque de queda forzado. En esta nueva visita, los locales estaban abiertos. “Pero, si ellos dicen cerrar, hay que cerrar”, repite la señora, de 41 años que trabaja vendiendo comida.
Isabel está en otra calle. Afuera del negocio de venta de artículos de aseo personal que ella atiende hay colgados decenas de guantes y sombreros de paja. Los guantes son usados para raspar coca y cuestan 10.000 pesos, pero también hay pares de 2.500. Mientras que cada sombrero cuesta 14.000. Los guantes y los sombreros se venden como arroz en El Plateado. En un día, Isabel saca 100 pares a la venta.
El alcalde de Argelia, Osman Guaca, ha sostenido que aunque ha bajado la intensidad del conflicto armado, zonas rurales de su municipio siguen aquejadas por los grupos armados. Piensa que con ‘Perseo’ ha habido mejoría, pero también indica la necesidad de inversión social, no solo con presupuesto local o de la Gobernación, también del Gobierno, para lograr la anhelada paz.
En la última semana, Guaca se reunió con el gobernador del Cauca, Octavio Guzmán, en Argelia, donde ambos mandatarios anunciaron a la ciudadanía la entrega de más de 20.000 millones de pesos para zonas rurales en obras deportivas y educación en la región.
Hace poco empezó la construcción de una cubierta en el parque de El Plateado, que muchos aspiran a que sea culminada. Los vecinos se muestran esperanzados de que la están haciendo.
“Sabemos que juntando las manos, juntando nuestros recursos del orden departamental, del orden nacional, del orden municipal podemos lograr muchísimo más. La inversión social es la que nos va a transitar a la verdadera paz. Transformar un territorio no es fácil”, dice Guaca.
EL TIEMPO buscó al gobernador del Cauca y no fue posible. Sin embargo, el mandatario regional siempre ha enfatizado al Gobierno y al Ministerio de Defensa que “el Cauca necesita acciones contundentes para que cese la violencia, se recupere el control de los corredores viales y se garantice el derecho a la vida, la seguridad y la dignidad de cada familia caucana”.
Ónier, un juglar y agricultor que compone letras sobre la guerra en El Plateado, termina diciendo que la riqueza del cañón del Micay hace que unos y otros disparen y lancen explosivos. “Antes se sembraba fríjol y arroz, y dirán por qué no hacerlo de nuevo. La tierra está estéril, queda la coca”.
El hombre se aleja cantando por esa trocha frente a la iglesia agujereada por los disparos. Luciendo un sombrero de paja, Ónier mira hacia atrás, reiterando que el pueblo está cansando de los tiroteos, pero también de las promesas de un progreso del Estado que no llega.
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