El segundo día de la votación del día, los 133 Cardenales eligieron al sucesor del Papa Francisco.
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Hoy, poco después de las seis de la tarde en Roma, el mundo entero dirigió su atención hacia la chimenea ubicada en la Capilla Sixtina. Este punto de interés se convirtió en el epicentro de la expectación global, ya que, tras varios días de deliberaciones y votos, los 133 Cardenales finalmente seleccionaron al nuevo Papa. Esta elección es un evento crucial en la historia de la Iglesia Católica, pues marca el inicio de un nuevo pontificado que abordará los desafíos contemporáneos que enfrenta la comunidad católica.
El momento culminante del anuncio fue recibido con gran alegría por miles de fieles y turistas que se habían congregado en la Plaza de San Pedro. El ambiente estaba electrizante; la multitud estalló en vítores y aplausos cuando las campanas de la Basílica comenzaron a sonar inmediatamente después de la aparición del humo blanco. Este fenómeno, el humo blanco, es tradicionalmente el símbolo de que un nuevo Papa ha sido elegido, y su aparición se anticipa con gran expectación.
La multitud, que había comenzado a reunirse en la mañana, mostró un entusiasmo palpable. La expectativa había crecido durante los días de deliberaciones, y el ver el humo blanco significó el final de una espera angustiosa. Este desarrollo no solo marcó el fin de la espera, sino también el inicio de un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia, simbolizando renovación y esperanza.
Según informes de la policía de Roma, alrededor de 10,000 personas estaban presentes en la Plaza de San Pedro durante este significativo anuncio, mientras que muchos otros se encontraban dispersos en las inmediaciones del Vaticano, aguardando conocer el nombre del nuevo pontífice. La atmósfera era festiva, y los rostros de los asistentes reflejaban una mezcla de emoción y fervor religioso, en un evento que trasciende fronteras y culturas. Este instante histórico resuena no solo dentro de los muros de la ciudad del Vaticano, sino en cada rincón del mundo donde hay un corazón católico latiendo al unísono con los demás.