Por Al cumplir su voluntad para la carta, el Papa Francisco fue enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor.
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El mundo católico dio el último adiós al Papa Francisco, quien hizo historia al ser el primer pontífice latinoamericano en liderar la Iglesia Católica. Este evento fue un hito de gran relevancia, atrayendo la atención de más de 200 mil personas en el Vaticano, incluyendo a numerosos jefes de estado de diversas partes del mundo. La conmoción fue palpable, y muchos se unieron en un acto de respeto y recordación hacia el Santo Padre.
Tras la celebración de la Eucaristía, su cuerpo fue trasladado en un Papa móvil hacia la Basílica de Santa María la Mayor, un lugar que él mismo había elegido para su sepulcro. Este momento fue especialmente significativo, ya que hizo de él el primer pontífice en no ser enterrado en la cripta del Vaticano en más de un siglo. De hecho, es un acontecimiento que marca un cambio en la tradición católica, la cual ha mantenido que todos los papas reposen en el Vaticano.
Además, siguiendo la petición del Papa Francisco, la ceremonia en la Basílica de Santa María la Mayor también incluyó la presencia de personas que tradicionalmente son marginadas, como migrantes, personas transgénero y aquellos que viven en pobreza. Este acto de inclusión reflejó el espíritu del Papa, quien siempre buscó abrir espacios a los más necesitados y fortalecer la idea de que la Iglesia debe ser un hogar para todos. La elección de este lugar también simboliza su deseo de estar cerca de aquellos a quienes dedicó gran parte de su ministerio.
De esta manera, el legado del Papa Francisco se mantiene vivo no solo a través de sus enseñanzas y mensajes, sino también a través de las acciones concretas que realizó durante su vida, promoviendo la empatía y el amor hacia el prójimo. Su decisión de descansar fuera del Vaticano es, sin duda, un acto que cuestiona las normas establecidas y que invita a la reflexión sobre cómo la Iglesia puede evolucionar en sus enfoques hacia la comunidad global.
