Desde personas masacradas en un bar hasta cuerpos desmembrados y decapitados esparcidos a lo largo de largas distancias ante una ambición voraz y desmesurada de controlar las rutas del narcotráfico y crear una economía ilícita, son esto es sólo un macabro “sorbo” de “sancocho” de miedo y terror que ha surgido en el Valle del Cauca a raíz del desarrollo de estructuras criminales que cuestionan cada milímetro de este territorio por el que discurre el río Cauca.
Según las autoridades del Valle del Cauca, la situación de violencia en el departamento es compleja pero no caótica, por lo que desde hace varios años han logrado evitar que la delincuencia se convierta en moneda de cambio en un territorio sobre el que incluso las instituciones luchan por mantener el control.
El secretario de Convivencia y Seguridad Ciudadana, Guillermo Londoño, habló con EL TIEMPO sobre los desafíos que enfrenta el departamento para contener la violencia generada por los grupos armados.
Guillermo Londoño (derecha) destaca su trabajo conjunto con la general Sandra Liliana Rodríguez. Foto:Gobernación
¿Cuáles son los principales desafíos de seguridad en el Valle del Cauca?
Los desafíos son claros: es la expansión de los restos de grupos armados organizados. En el Valle del Cauca su presencia ha aumentado casi un 36% en los últimos tres años. Desde 2022 hasta la actualidad, hemos visto el crecimiento exponencial de estas estructuras. Sin embargo, esto debe entenderse en contexto: porque en todo el país –como lo documentan organizaciones como Ideas for Peace y medios internacionales como The New York Times– grupos como el Estado Mayor Central, el ELN y el Klan del Golfo han ganado popularidad. Y el Valle no es una excepción.
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¿Cuál es la estrategia del Gobierno Departamental para contener esta expansión?
El principal desafío que plantea la gobernadora Elia Francisca es frenar la expansión de estos grupos. Para lograrlo, debemos dotar a la fuerza pública de todas las herramientas necesarias. Esto es posible gracias al Impuesto de Seguridad, que nos permite dotar a la Policía y al Ejército de tecnología, logística, vehículos, servicios sociales y recursos para investigaciones forenses y de inteligencia. Sin estas herramientas, es imposible tomar medidas decisivas.
Según las autoridades del departamento, los disidentes están tratando de responder a los golpes que reciben. Foto:Joaquín Sarmiento. AFP
Además de los grupos armados, ¿a qué otras amenazas se enfrentan?
También tenemos grupos del crimen organizado (GDO o GDSO) que operan principalmente en áreas urbanas. Aunque tienen menos capacidades que las restantes estructuras armadas, intentan construir emporios verdaderamente criminales. Nuestro trabajo diario con la fuerza pública es golpearlas constantemente para impedir su consolidación.
¿Existen interacciones entre estos diferentes actores criminales?
Sí, y es inquietante. Hemos identificado casos en los que estos grupos se “subcontratan” entre sí. En Buenaventura, por ejemplo, hay indicios de que las estructuras rurales están vinculadas a los GDO urbanos. Primeros corredores de control en zonas rurales; este último en zona urbana. Pero todos compiten por lo mismo: el control de los corredores del narcotráfico.
¿En qué parte del Valle están estos corredores estratégicos?
Están por toda la sala. En la Cordillera Central opera el frente disidente 57 de las FARC. En el Cañón de Garrapatas, el Clan del Golfo se disputa territorio con el ELN. Y en el norte, la estructura “Jaime Martínez” controla rutas clave. No se trata de grupos que luchan por motivos sociales, sino por rutas de contrabando de drogas, armas e incluso explosivos.
Para garantizar la seguridad en los territorios, diversas fuerzas de la Fuerza Pública se han unido. Foto:Santiago Saldarriaga. TIEMPO
¿Qué acciones específicas está tomando el gobierno para recuperar el control territorial?
La principal idea del gobernador es consolidar cuatro nuevas bases militares en lugares estratégicos. Esto permitirá una presencia militar constante en zonas críticas. Pero no basta con construir infraestructuras: se necesita gestión catastral, planificación, documentación y, sobre todo, inversiones sostenibles. Para ello necesitamos fondos del impuesto de seguridad.
La gobernadora Dilian Francisca Toro denunció una nueva modalidad de lavado de dinero. Foto:Gobernación del Valle del Cauca
¿Qué otros programas complementan esta estrategia?
Contamos con iniciativas como “Fuerzas Jóvenes para el Valle”, que ya han beneficiado a 2.000 jóvenes que se incorporaron a la Policía o al Ejército. En los próximos días daremos el último incentivo de este año para lograr este objetivo. La idea es ampliar el programa el próximo año, aunque esto depende de los fondos disponibles.
¿Cuál es la carga de recursos para la seguridad?
Esto es enorme. Por ejemplo, sólo la Policía del Valle reportó un requerimiento de vehículos por 65.000 millones de pesos. No estamos hablando de autos que circulan de lunes a viernes, sino de unidades que circulan 24 horas al día, 7 días a la semana por senderos, montañas y zonas de alto riesgo. Además, hay recortes ampliamente documentados en el Ministerio de Defensa. Cuantos más recortes haya a nivel nacional, mayor será la carga que recaerá sobre las unidades territoriales. Y esto no es lógico: no podemos tener mayores responsabilidades en materia de seguridad y menos recursos para cumplirlas.
¿Cómo enfrentan el flagelo de la extorsión, especialmente en municipios como Tuluá?
Desde agosto pasado, el gobernador identificó a Tuluá, Jamundí y Buenaventura como prioridades. Por ejemplo, en Tuluá lanzamos la Operación Tuluá, que permitió atacar estructuras criminales como “La Inmaculada”. Gracias al fondo de recompensas del departamento, alias Nacho, hermano del cabecilla “Pipe”, fue capturado durante un operativo en la Sijín. Esta captura y otras posteriores debilitaron sistemáticamente esta red criminal.
¿Qué resultados aportó la estrategia de Corredores Seguros?
Esto fue crucial. Hemos priorizado corredores terrestres y este año ampliamos a corredores fluviales y marítimos, en coordinación con la Fuerza Naval del Pacífico en Buenaventura. Gracias a esta estrategia, la semana pasada se incautaron más de 4 toneladas de marihuana. En noviembre invertiremos casi 500 millones de pesos en equipamiento, incluidos 29 arcos de seguridad con cámaras LPR (reconocimiento automático de matrículas) para monitorear el tráfico ilegal.
Existen preocupaciones sobre el cultivo de coca en algunas zonas, como Jamundí. Foto:Juan Pablo Rueda. TIEMPO
Acción urgente contra la delincuencia en el Valle del Cauca
En su análisis político sobre conflicto y paz, Diego Arias señala que desde el punto de vista de seguridad el Valle del Cauca enfrenta muchos desafíos, pero cree que se debe enfocar en tres que deben ser prioritarios.
“En términos de prioridades, creo que es todo un desafío el tema de la presencia de grupos al margen de la ley, especialmente en las zonas rurales. Estamos hablando de la zona occidental fronteriza con el Chocó, conocida como el Cañón de Garrapatas. También quisiera mencionar el desafío que representa la zona central del Valle de la Cordillera, que está ocupada por disidentes de las FARC, y por supuesto el tema de la zona rural de Buenaventura, sus ríos, y el más importante de ellos, la zona rural de Jamundí, con la presencia del disidente “Jaime Martínez”. Entonces creo que aquí hay un desafío clave porque tiene que ver con la dinámica en torno a actividades ilícitas que involucran narcotráfico, cultivos de uso ilícito, secuestro, reclutamiento de menores, control territorial”, explicó el analista.
Recientemente, las autoridades realizaron un megatoma en Palmira. Foto:Juan Pablo Rueda/EL TIEMPO
Cree que este tipo de impacto “es múltiple en las comunidades, la sociedad y las instituciones, especialmente en la estabilidad institucional de los gobiernos y la arquitectura estatal”.
En segundo lugar, el analista vallecaucano menciona la delincuencia urbana y sus métodos, como la extorsión e intimidación vinculadas al microtráfico para ganar control territorial en determinadas zonas del departamento.
Asegura que este fenómeno criminal fue masivo en municipios como Buenaventura y Tuluá. En el caso de Cartago, señala que la situación se complica por la desaparición de personas, mientras que en Cali continúa el reclutamiento forzado.
“La tercera dimensión que quisiera resaltar es que se necesita acción en relación a este crimen organizado, que se trata esencialmente de fortalecer la capacidad de las autoridades, en particular de la Policía Nacional y de la Fiscalía, pero también exigir acciones de las autoridades judiciales, donde estas personas deben ser juzgadas, sancionadas y puestas -como comúnmente se dice- en un lugar seguro”, comentó Arias.
Y agregó: “Por muy efectivas que sean las fuerzas públicas para eliminar a estos grupos, para interceptarlos o, como ellos lo llaman, neutralizarlos, si no hay un proceso judicial que no devuelva a estas personas a las calles y a actividades ilegales, realmente el trabajo casi ha sido en vano”.
Más atención en la zona rural de Jamundí
Para Stuart León, especialista y analista de seguridad, especialmente en Jamundí, está claro que en lugares como las zonas rurales de la comuna se debe recuperar el control por la fuerza.
Desde su experiencia, el desafío para las autoridades del Valle del Cauca es “recuperar el control territorial en zonas rurales y de alta montaña donde disidencias de las FARC y otras estructuras armadas han fortalecido su presencia aprovechando la falta de institucionalización”.
La zona rural de Jamundí presenta otro de los mayores desafíos de seguridad de la institución. Foto:EFE.
“En el caso de Jamundí, el corredor que conecta con el Pacífico, el Cañón del Micay, el río Naya y los Farallones de Cali se ha convertido en una autopista de economía ilícita, narcotráfico, minería ilegal, extorsión y tráfico de armas”, agregó.
Denunció además que la reciente construcción ilegal de una carretera entre las ciudades de San Antonio y Villa Colombia con fondos extorsionados a la comunidad es “el ejemplo más claro de que el crimen organizado hace lo que le conviene al Estado”.
Por ello, considera que la construcción del Batallón de Alta Montaña en Jamundí no es sólo una obra militar, sino también una necesidad estratégica.
“Con una inversión de casi 7.500 millones de dólares y una superficie de más de 13 hectáreas, este batallón se esfuerza por garantizar una presencia militar permanente, controlar los corredores ilegales y proteger a las comunidades rurales. Sin embargo, la presencia militar por sí sola no es suficiente; Si esto no va acompañado de inversión social, infraestructura, educación y oportunidades, será sólo una solución temporal.“.
Recupera tu confianza
Para Stuart León, otro de los grandes desafíos de seguridad del departamento es recuperar la confianza ciudadana: “Hoy en día, los grupos armados instrumentalizan a los líderes comunitarios y al Consejo de Acción Comunal para cobrar extorsiones, poniendo a la comunidad en medio del fuego cruzado. Mientras tanto, los civiles tienen miedo, se mueven o guardan silencio por temor a represalias”.
“También es preocupante el aumento de la violencia en los municipios, lo que demuestra que la inseguridad ya no es sólo un problema rural, sino urbano. El microtráfico, los asesinatos selectivos y la falta de fuerzas de seguridad adecuadas empeoran la convivencia y la percepción de seguridad en el barrio.– añadió.
Concluye que el Valle del Cauca necesita una estrategia de seguridad integral, que combine poder, Estado y confianza, que vaya más allá del envío de soldados, pero también en la que la oferta del Estado llegue a la comunidad.
“Estamos hablando de restaurar el poder del Estado, proteger a las comunidades rurales, fortalecer la seguridad urbana y lograr que la presencia institucional no sea esporádica sino permanente. Jamundí, especialmente en las zonas rurales, no puede seguir siendo territorio de nadie”, concluyó.
JOSÉ ANTONIO MINOTA HURTADO
EDITORIAL EL TIEMPO CASA
COLOMBIA
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