El sector de la inteligencia artificial está inmerso en un estado de financiarización extrema. Tal situación indica, en general, el dominio cada vez mayor del mercado y las instituciones financieras en los negocios de la economía, lo que conlleva la importancia cada vez mayor que adquieren en relación con la actividad productiva. Además, promueve la transferencia de recursos de un sector a otro; También aumenta la carga y los riesgos de la deuda y, finalmente, afecta el patrón de distribución del ingreso.
Este fenómeno se puede observar en la estructura y el funcionamiento de los mercados de deuda y de capital, en las operaciones de las empresas manufactureras y, como resulta claro hoy, en el sector de servicios, como es el caso del actual auge de la inteligencia artificial. Hoy el sector se encuentra en una intensa y complicada fase de formación. Inevitablemente, esto tiene un impacto en la creación e implementación de la política económica, tanto en materia monetaria como fiscal. Todavía necesitamos saber cuál será su impacto social y sus consecuencias.
Las inversiones financieras en el tiempo se caracterizan por los crecientes riesgos que se crean y la expectativa de que habrá un fuerte ajuste. Las acciones y los bonos están bajo presión en un entorno altamente especulativo que apunta cada vez más a una posible crisis.
El mercado de valores es cada vez más inestable y los instrumentos que hoy los bancos promueven activamente tienen mayor incertidumbre respecto de su desempeño. Los bancos y otras instituciones financieras venden una variedad de productos, algunos de los cuales tienen un diseño complejo y, a diferencia de los automóviles o los refrigeradores, no tienen garantía a menos que se compre otro producto, como, entre otras cosas, la cobertura, que también tiene un costo.
Entre esos productos se encuentra, por ejemplo, un instrumento activamente promocionado como los fondos cotizados en bolsa (conocidos como ETF, fondos cotizados en bolsa). Consisten en cestas de acciones, bonos y materias primas (bienes) y por su propia naturaleza representan una vulnerabilidad creciente dadas las condiciones que hoy enmarcan las transacciones financieras en un entorno de alto riesgo.
Por otro lado, las políticas de reducción de las tasas de interés de los bancos centrales no contribuyen a la estabilidad sostenible y alientan los flujos de dinero y capital y, cada vez más, la especulación. Ciertos análisis consideran los riesgos existentes, a los que denominan “exposición exótica”. El nombre mismo dice lo que está pasando.
En los mercados se están abriendo diversos ámbitos, desde formas convencionales de negociación de acciones, bonos, materias primas, distintas divisas y estrategias de opciones. Pero hay que tener en cuenta que acceder fácilmente a esta complejidad de operaciones no es necesariamente la mejor decisión de inversión, pues se trata, insisto, de un entorno de alto riesgo. Sin embargo, el deseo de obtener ganancias, similar al juego en los casinos, parece definir los mercados.
La situación sugiere un término llamado en latín advertencia. emptor, que significa “cuidado comprador”, principio legal que establece que el comprador es el único responsable de examinar la calidad e idoneidad de lo que compra. Esto es parte integral de las condiciones que delimitan los riesgos.
Esta posición está hoy ampliamente superada en el ámbito financiero en el mar de especulación asociada a la innovación financiera inundada. La situación se puede ver en la actividad que caracteriza la inversión excesiva en el sector de la inteligencia artificial (IA). En él se crea una burbuja creciente, en un entorno de sobreendeudamiento para construir la infraestructura de la economía del futuro basada en la mencionada tecnología. Pero esto ocurre sin generar suficientes ingresos efectivos para pagar la creciente deuda, una cuestión fundamental que implica desequilibrios que pueden incluso profundizarse.
La infraestructura necesaria para desarrollar y gestionar la inteligencia artificial es muy cara: implica la creación de enormes centros de datos y el uso intensivo de electricidad, lo que requiere mucha capacidad de producción adicional. Incluso las empresas más grandes no tienen fondos suficientes para pagarlo.
En el caso de los centros de datos, el gasto estimado es del orden de 400 mil millones de dólares en el corto plazo y se estima que alcanzará los 7 billones de dólares en 2030 (las cifras se muestran tal como se miden aquí). Todavía hay que encontrar una manera de financiar estas cantidades. El problema se manifiesta, por ejemplo, en el hecho de que los circuitos integrados o chips de la empresa Nvidia, necesarios para el funcionamiento de la IA, se compran con un beneficio esperado y en forma de acciones. Otra vuelta de tuerca en cuanto a los riesgos que se están creando.
En el debate abierto sobre la inteligencia artificial se señaló que, desde cualquier punto de vista, estamos en un escenario de intensa especulación. Por tanto, surge la pregunta de si la enorme inversión destinada a esta industria representará algo suficientemente útil; Si es así, ¿para quién y con qué propósito? En caso de cualquier inconveniente o desarrollo desfavorable, la pregunta es cómo se manifestará la crisis.
15 de diciembre de 2025

